Después de meses y meses de quedarme en mi cueva mirando el poster de James Dean, decidí salir. El viernes me arrastraron a un lugar de comida japonesa. No me gusta el sushi, a ver si me explico. Soy torpe comiendo con palitos; cuando soy torpe con algo, me pongo ansiosa, furiosa, inquieta, espástica. Tardé 40 minutos en comer 2 cachos de salmón, unos berros y una torrecita de arroz. Lo mejor fue el helado de jengibre, me quedó el picante en la boca durante horas. Después nos fuimos con Laura al lugar este de hip hop que está lleno de africanos. Claro, las fóbicas van siempre a lugares donde saben que no van a ser observadas. Me encontré con un compañero de la primaria que está igual, no puede estar tan igual. Me contó que me vio muchas veces por el barrio y también en la Bond Street, donde trabajé durante unos años, pero que nunca me había saludado porque le daba cosa, mi cara de orto lo intimidaba. Sí, suelo ir por la vida con cara medio de orto, pero no es de antipática, es que debe ser la cara que me sale cuando pienso, yo qué sé. Bueno, al final mi ex compañerito entendió que no soy nada antipática y nos encantó reencontrarnos. Después vino un uruguayo y me dijo que me había estado mirando toda la noche y yo no le creí nada, porque ultimamente no le creo nada de nada a nadie. Igual le di unos besos, porque a veces me gusta tener 16 años de vuelta, darle un beso a cualquiera y listo, nada más, ni intercambio de teléfonos ni revolcón ni nada. Aparte, no puedo acostarme con nadie en estas épocas de tanta desconfianza, sería contraproducente.
La resaca me duró hasta el domingo, casi. La noche del sábado soñé que me suicidaba y después no tuve mejor idea que ponerme a mirar Requiem for a dream mientras almorzaba; me destruyó por completo. Pasé toda la tarde de ayer tirada en la cama, con un nudo en el estómago, mirando la nada, con el ventilador en la cara. Después, por una especie de equilibración cósmica o algo así, alguien que no me conoce me dijo cosas lindas. Como no sé aceptar las cosas lindas en épocas de tanta desconfianza, me tiré en mi cama a llorar. Y lloré a moco tendido hasta que me dio hambre. Mi fin de semana terminó a las 4 de la mañana, tomando sopa de municiones y mirando Gone with the wind.
Qué suerte que no soy como Scarlett O' Hara.
Take a good look, take a photo. Write about it in your tiny notebook.
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5 comentarios:
digamos q los doimingos per se no son motivo de ningun tipo de pelicula como requiem...mas alla de tu estado general.
salir del cascaron puede tener su reflujo, està claro, el tema de la resaca es clave...ya no tenemos 16 y el golpe etilico termina siempre durando mas...y sus consecuencias psiquicas siempre son desastrozas.
Mujer! salga y disfrute, esa cara de orto le debe quedar fantàstica porque fue una noche ganadora, dejese de joder y viva, y cante un requiem al dolor, a la deseesperanza, al olvido, a la miseria,
dps cantemos alleluya y agarrèmonos de las manos...
en fin, como siempre, siempre escribo alguna oracion de mas.
tacho: Ya no tenemos 16, todavía no sé si eso me alegra o me hace sentir peor.
Me gusta que escribas de más, aunque en este caso me imaginé en una iglesia evangelista, cantando gospel. Quién te dice, mi profesora de canto dice que tengo unos graves buenísimos, justo para cantar negro spirituals.
Si bien puede que sean épocas de desconfianza [en mi caso, es un estilo de vida], de vez en cuando hay que tomar los elogios como cosa cierta y creérsela un rato. Total, no jodés a nadie, más que a vos si te caés del pedestal en el que vos solita te pusiste. Been there, done that.
No vi ninguna de esas peluquilas. Soy de cuarta. Tampoco vi Casablanca. Tengo que encerrarme un día con una pila de videos y hacer una tarde cultural de clásicos.
bella: Pero querida! cómo que no vio Lo que el viento se llevó ni Casablanca??? Qué está esperando???
La carroza... JA!
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