Take a good look, take a photo. Write about it in your tiny notebook.

jueves, 27 de marzo de 2008

Agarrate, Catalina

Me pasa esto un par de veces al año. O tal vez no, pero necesito encontrar patrones en absolutamente todo, así que elijo creer que lo que me está pasando en este momento es lo mismo que sentí en julio y en noviembre de año pasado. Si no categorizo y organizo, siento que las cosas se me descontrolan del todo y es para peor.
Lo que me pasa un par de veces por año, entonces, es que me desquicio por completo. Así, déjé varias veces mi carrera (abandonando por la mitad materias que estaban practicamente aprobadas), me fui de la casa de mis viejos (dejando ahí cantidades de ropa y libros que mi madre se encargó de ir reduciendo), abandoné trabajos (sin siquiera pasar a buscar la liquidación final), terminé relaciones que me hacían bien (argumentando que no estaba para relaciones), empecé relaciones que me hicieron muy mal (argumentando que no eran relaciones, sino vínculos experimentales en los que no me iba a involucrar sentimentalmente). Y sé, tengo más o menos identificado cómo es que empieza todo. Primero, empiezo a elevar el nivel de cagadas por día. Más o menos calculo que en la época "normal" del año, me mandó un promedio de 1 cagada cada dos días. Consideremos "cagada" a cualquier cosa que hago sin pensar pero sabiendo que va a traer consecuencias negativas para mí o para los que me rodean. O sea, sé que puede hacerme mal pero igual lo hago, porque en ese momento no me importa nada. Nada de nada.
Al principio es leve, digamos que todo empieza con una cagada por día. Entonces, no pago la luz aún cuando llegó la intimación de Edesur, pero les sigo diciendo a las chicas "pero no, dejen que lo pago yo mañana"; no ordeno mi cuarto en semanas, tirando al suelo todos los papeluchos que amontono en la cartera, obligándome a vivir en un chiquero de botellas vacías de coca light, envoltorios de oreo bañadas con el chocolate derretido contra el piso (bueno, esto tal vez no se ajusta al concepto "cagada", pero está clarísimo que no ayuda ni un poco); procastino, procastinación se convierte en mi segundo nombre, o tercero, el segundo es Celeste; empiezo a buscar todos los teléfonos de los tipos que ya no están conmigo, porque claro, siempre los borro del celular, pero sólo porque sé que ese numerito quedó en algún papelucho dentro de un libro, un mail, o mi memoria; mando mails ambiguos y confusos del estilo "¿cómo se llamaba esa película que vimos tal día en tal lugar?" a los muchachos que no veo hace mucho y con quienes la relación se cortó por simple inercia; mando mails estúpidos y obvios del estilo "che, anoche tuve un sueño y me acordé de vos, cómo andás?" a los muchachos que me rompieron el corazón.
Después, la cosa se pone más espesa, porque la ansiedad se empieza a apoderar de todos mis actos. Voy al supermercado a comprar papel higiénico y termino con 10 bolsas con porquerías que voy a tardar 3 meses en comer. Reviento la tarjeta de crédito sabiendo bien que pongo todo mi presupuesto del mes siguiente en peligro. Trato mal a todo el mundo y les voy marcando las cosas que sé que les hacen mal (a mi hermana la acuso de frívola, a mi abuela de loca, a mi papá de pasivo-agresivo, a Flor de palermista, a Dedé de víctimizarse, a mi mamá de distante). Me encierro a leer durante días. No atiendo el teléfono. No saludo a los vecinos. No sonrío. No disfruto de nada, sólo me regocijo en una angustia de lo más pelotuda. Si alguno de los que recibieron mis mails, responde, se tiene que comer mi histeria o mi frialdad, lo que sea que me surja en el momento. Me emborracho mucho. Miro demasiadas películas. A esta altura, más o menos todo lo que hago entra en la categoría "cagada".
Ayer, llegué a casa medio borracha y abrí una Otro Mundo que tenía reservada en la heladera para cuando llegara Flor de Israel. Me la tomé en la cama mientras comentábamos con Nat cómo nos calienta Tony Soprano, cómo nos falta que un hombre enorme, con porte de oso, nos estampe contra una pared para manosearnos, cómo nos falta un poco (un poco nada más) de romance. Después me subí un fernet con coca a mi cuarto y manotée el celular. Y con ese simple acto, di por comenzada la temporada de desquicio, autodestrucción, y abandono de terapia.

Qué miedo, mamá.

No hay comentarios: